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El monje, observando al turista, sonrió y dijo:
- También yo me asombro de la capacidad de renuncia de los hombres del mundo. Pues yo solo renuncio a cosas perecederas a cambio de tesoros de valor infinito, mientras ellos renuncian a lo infinito a cambio de cosas perecederas.
Dicho esto, el turista se alejó de la presencia del religioso. Pues era uno de los que había preferido las cosas perecederas a las cosas que tienen un valor infinito.
La renuncia, cualquiera sea su forma, es digno de elogio; siempre que con esto se logre la paz y la felicidad inmensa.
La renuncia, cualquiera sea su forma, es digno de elogio; siempre que con esto se logre la paz y la felicidad inmensa.
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